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viernes, 25 de abril de 2014

Palco de Prensa: Las clases sociales.


                                         Por : Gilberto LAVENANT

Aunque la Constitución Política de México, señala claramente, en el Artículo 12, que : “En los Estados Unidos Mexicanos no se concederán títulos de nobleza, ni prerrogativas y honores hereditarios, ni se dará efecto alguno a los otorgados por cualquier otro país”, o sea que en territorio mexicano, todos somos iguales, le verdad es que las clases sociales están sumamente marcadas.

Hasta no hace mucho, en nuestro país, había 3 clases sociales. La clase baja, los pobres, los trabajadores, los campesinos, las amas de casa; la clase media, que eran los trabajadores de primer nivel en las empresas, o sea los gerentes y empleados de confianza, y la clase alta, o sea los empresarios o profesionistas con solvencia económica.

Se les distinguía claramente, por los centros de reunión o diversión a los que asistían. Las escuelas –los riquillos les llaman colegios- a las que envían a sus hijos –hay pobres que ni a la escuela van- y los sitios o bares a los que acudían a reunirse con amigos o a hacer negocios; los puntos en los que vacacionaban o las tiendas en que hacían sus compras.

Después, todo se volvió un desorden. Las crisis económicas alteraron las clases sociales, pues los clasemedieros prácticamente desaparecieron, se ensancho o creció el grupo de los pobres, aunque muchos de ellos están casi en riesgo de extinción y en la clase alta se formó una mezcolanza.    

Esto último es cierto. Muchos ricos, descendieron un poco de nivel, cuando sus negocios se fueron a la quiebra o redujeron drásticamente sus operaciones. Y arribaron nuevos riquillos, que ni empresarios eran. Los políticos corruptos y los miembros del crímen organizado.

Los políticos corruptos, era fácil identificarlos –y aún lo es- porque, al no haber realizado demasiado esfuerzo para enriquecerse, hasta la exageración, se les notaba el cambio y eran ostentosos, derrochadores, presumidos, mujeriegos. Además, ni empresa tenían.

En cuanto a quienes se dedicaban a actividades ilícitas, también era fácil conocerlos, por su vestimenta vaquera, sus camionetotas, sus ejércitos de guaruras, sus tejanas de lujo, sus botas piteadas y cinturones anchos.

El problema es que, estos últimos, como lograban acumular riqueza, pues tenían dinero para competir en gustos y extravagancias con los comerciantes e industriales, y entonces se dió la mezcolanza, cuando los hijos de ambos grupos, coincidieron en los mismos colegios. Aún se recuerda en Tijuana, los casos de los llamados “narcojuniors”.

Otros razgos, que caracterizaban a esta nueva clase social alta, no fueron precisamente por su alto nivel cultural. Muchos jóvenes, de esas familias riquillas, ni siquiera cursaban estudios superiores, pero eran arrogantes, prepotentes, ostentosos, perdonavidas. Por doquier protagonizaban escándalos, y la policía ni movía un dedo para detenerlos, o al menos frenarlos.

Hoy en día, los desplantes de grandeza de los “juniors”, siguen siendo la “comidilla del día”. Se sienten príncipes o princesas y en donde se paran, reclaman atenciones especiales. Se sienten descendientes de la realeza y les resulta difícil relacionarse o convivir con la “prole”.   

Peor aún, es el caso de los hijos o hijas de los políticos. La riqueza económica y el poder político, producen un coctel explosivo y se convierten en un peligro social. Quizás antes, se manejaban como casos aislados. El surgimiento de las redes sociales y los adelantos tecnológicos que dotaron de teléfonos móviles, hasta a los simples ciudadanos, con  aditamentos para tomar videos o fotos, hizo que “saltaran” a la fama pública.

Así fue, como se llegaron a conocer casos de arbitrariedades, prepotencia y barbarie, generalmente protagonizados por mujeres, artistas, políticas o hijas de políticos o empresarios. Gravísimo error cometieron aquellos que les dieron trato de simples mortales.

Sarcásticamente, se les llegó a identificar como “ladies” y sus “hazañas” circularon en las redes, expuestas a la feroz crítica de los cibernautas, en su mayoría anónimos, que descargaban su ira contra las “damas” o “caballeros”.

De los casos más sonados, el de las “ladies de Polanco”. En agosto de 2011, una incipiente artista, identificada como Azalia “La Negra”, luego de haber participado en un “reality show”,  conocido como “Big Brother”, se popularizó, al ser videograbada, cuando, junto con otra amiga, pusieron “como lazo de cochino” a unos policías, que las detuvieron por supuestas irregularidades en los documentos del vehículo en que viajaban.

Otro caso, fue el de la “Lady Profeco”, una jóven, hija del entonces procurador federal del Consumidor, Humberto Benitez Treviño, que ordenó clausurar un restaurant, porque no le asignaron mesa al momento en que arribó al lugar. Su padre tuvo que dejar la chamba, por la exhibida que le dió.

Pero los bajacalifornianos no se deben sentir menos. Todo indica que ya tienen su “lady”. Aún nadie se pone de acuerdo en su denominación, que podría ser “Lady Cecut”. Se trata de la hija del Gobernador Kiko Vega, Zarema Vega Labastida, que, según lo publicado el día de ayer por la periodista Dora Elena Cortés Juárez, en su columna AFN Político, “armó un pancho” y fastidió a la esposa del destacado rockero tijuanense Javier Batiz, al grado de que, dicen, ésta le tuvo que dar una cachetada, para bajarla de su pedestal.

Cuentan, que en respuesta a tal “agravio”, la “princesa” pidió a papi Gobernador, que diera instrucciones al director del CECUT, para que Batiz no se vuelva a presentar en ese sitio. Claro, Kiko lo niega, y su aparato de medios está tratando de desvirtuar los hechos. Argumentan que sí estuvo ahí, que hubo un incidente, pero que ella no participó. Cierto o falso, en lo sucesivo se le conocerá como la “Lady Cecut”. Sólo falta se emita un decreto, para prohibir a la prole, que la vea y que  agache la cabeza a su paso. Ufff.

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