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jueves, 31 de enero de 2013

Kombo Kolombia: las interrogantes sobre la masacre

MONTERREY, N.L. (apro).- Un grupo de jóvenes carga en silencio el féretro que contiene los restos mortales del músico José Antonio Villarreal, y lo colocan en la carroza estacionada en el exterior de la funeraria Santa Elena, al sur de esta capital.
Son camaradas de quien fuera corista de la agrupación Poderosos Kombo Kolombia. Él fue masacrado junto con 16 músicos la madrugada del viernes en un paraje desolado del rancho Las Estacas, en el municipio de Mina, al norte de la capital.
Alfredo es el hermano mayor del joven ultimado a balazos por un comando que secuestró a la agrupación cuando tocaba en el rancho La Carreta, en Hidalgo.
Este miércoles al mediodía, con sus familiares se apresta a retirarse en caravana al panteón municipal La Piedad, de esta ciudad, para darle sepultura al joven.
Pero antes da testimonio del dolor de la familia: “Esto nos deja tristeza y frustración. No es posible que haya pasado esto. Estamos muy tristes, muy dolidos. Lo único que pedimos a las autoridades es justicia. Y si no llega a pasar así, Dios se va a encargar de todo”.
En los días posteriores al múltiple homicidio, ha escuchado versiones que relacionan con actividades ilícitas a la agrupación liderada por Carlos Sánchez,El Vallenato, también muerto tras el secuestro.
Afirma que todos los integrantes de la agrupación que interpretaba música vallenata en eventos masivos tenían una vida ordenada. Él puede atestiguar la rectitud de su hermano.
“Todas las versiones que están circulando, que hablan mal del grupo, son una mentira. Ellos nomás se dedicaban a cantar, a hacer feliz a la gente. No tenían nada que ver con nadie. Los medios de comunicación dicen que estuvieron involucrados con algún grupo, pero nunca tuvieron que ver nada con nadie”, dice con voz entrecortada en el exterior de la funeraria ubicada en la populosa colonia Ladrillera.
El Vallenato lo saludó una vez pero nunca lo trató. José Antonio le dijo que era una persona buena. Ese aval, para él, es suficiente.
José Antonio amaba al grupo y a sus amigos, a los que consideraba hermanos, dice Alfredo.
El Kombo Kolombia, recuerda, estaba “en su mera etapa de despegue”, después de cumplir sus tres años de carrera.
“Estaban en la cúspide, les faltaba todavía, pero iban a llegar más arriba, como que estaban despegando al grupo vallenato; éste lo amamos en Monterrey. Lo queremos y siempre los llevaremos en el corazón”, dice el hermano refiriéndose al músico de la familia, que creció en la colonia Constituyentes de Querétaro, de San Nicolás.
Desde los 14 años quería ser músico, cuando recibió el primer acordeón que le regaló mi papá. “Siempre fue su sueño pertenecer a un grupo. No estaba en sus manos terminar así, pero sí cumplió su sueño”.
Ahora, a él le resta limpiar el nombre de su hermano. Esa es su misión en adelante, dice, pues del Kombo Kolombia, todos sus elementos llevaban vidas dentro de la ley.
“Del móvil (del crimen) no sé, eso le corresponde a la autoridad. Yo voy a recordar a mi hermano como una persona sin vicios ni nada, era de una sola pieza, amoroso con su familia, cariñoso. Era mi hermano adorado y me lo quitaron”, contiene las lágrimas.
José Alfredo es apurado por sus familiares y se despide.

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